Son buenos tiempos para los que trabajamos en el mundo de la tecnología. Muchos somos los que estamos en esta profesión y algunos estamos aquí desde el comienzo de los tiempos. El tiempo te da cierta perspectiva del negocio.

Aún recuerdo la cara de mis cercanos al hacer el unboxing de aquel Spectrum 16 o más aún cuando la maraña de cajas llegaba a casa conteniendo el Amstrad 1512.

La pantalla negra solicitando la inserción un disquette de 5 pulgadas con el MS-DOS 3.2 que daba paso a una pantalla negra con letras punteadas blancas y un cursor desafiante con su tintineo, para la decepción de los no afiliados al movimiento.

En aquellas épocas, lejanas y oscuras para muchos de los que hoy os dedicáis a este apasionante mundo IT, te facilitaban los elogios del tipo “rarito”, “autista” y demás. No eras el chico guay que podemos ser hoy. Eran buenos tiempos.

Pero en este sector, nunca tiempos pasados fueron mejores.

Los tiempos mejores siempre están en el hoy y los que están por venir. Esta reflexión me soporta muchas de las convicciones que vivo actualmente y con las que, afortunadamente, me gano la vida y la disfruto a diario.

Después de muchos años como desarrollador, como casi toda la gente de bien en el sector y por mucho que a día de hoy haga bromas sobre los Developers, tengo la convicción que el mejor software está aún por crearse. La vertiginosa velocidad con la que aparecen nuevas metodologías, frameworks, editores, compiladores, intérpretes y demás kacharros en este mundo tecnológico, me dice que esta profesión no deja de crecer, y por suerte para todos, nos ofrece nuevas y diferentes opciones por crear ese desarrollo dorado.

Creo firmemente que un Developer es un artista.

Sí, una persona que crea arte puro. Arte incomprendido por muchos y valorado solo por unos pocos. Un arte que no se exhibe en galerías y del que pocos hablan pero muchos usan.

Ahí radica la grandeza de este arte. Su uso.

El uso del arte lo hace trascender hacia un plano universal pero también lo banaliza y aleja de la belleza intrínseca que lo conforma. Es por ello que muchos lo consideran una herramienta, de forma confusa, y un oficio menor. En verdad, están usando una pieza que, en la mayoría de los casos, hace tu vida un poco mejor.

No voy a enumerar la gran cantidad de aplicaciones a las que tenemos acceso. Su número crece de forma exponencial cada poco tiempo. Nos rodean y a pesar de todo las abrazamos con la esperanza de mejorar, cada día, nuestra cada vez más estresada existencia.

Igual que un escritor imprime para el público su bestseller, obra creada bajo la combinación de unas palabras escogidas, regladas por un código de significados y dispuestas según la gramática estandarizada por la lengua elegida, un programador también escribe. Ambos utilizan un teclado, usan palabras elegidas y se ven sometidos a unas reglas que son iguales para todos, en su ámbito.

Aquello que los diferencia de entre escritores mediocres y excelentes, es su creatividad y su talento.

La creatividad, una capacidad que todos tenemos, absolutamente todos, pero que solo unos pocos avezados se atreven a dar rienda suelta. Alimentándola. Expresándola sea cual sea el soporte sobre el que la quieran someter al disfrute y juicio público. Hay que ser valiente y tener una mente lúcida para poder darle rienda suelta a la creatividad en cualquiera de sus expresiones.

La creatividad conecta todas tus experiencias con todas tus percepciones, es por ello que para ser un creativo, sea cual sea tu forma de expresarlo, precisas de experimentar todo lo posible para poder cuestionarte de forma constante cómo percibes el mundo. Reinventándote cada día. Aprendiendo, viviendo, escuchando, hablando, haciendo…

La creatividad te envuelve y forma parte de tu vida. Algunas de sus expresiones te son ajenas porque no sintonizas con ellas. Bien porque tus experiencias no te permiten apreciarlas o bien porque tus percepciones no te facilitan su acceso. Pero hay otras expresiones que te motivan a usarlas. Bien contemplarlas, escucharlas, sentirlas o manejarlas.

Les das una parte de ti para que generen una sensación mejorada de tu realidad.

Por ejemplo, hay personas que no diferencian entre la Concierto Nº1 de Frederich Chopin en e-menor e Instagram, pero a muchas personas les genera la misma cantidad de endorfinas cuando la disfrutan, sin saberlo. En ambos casos partimos de una idea creativa que se expresa bajo la escritura codificada según unas reglas aceptadas. Una expresión que es procesada e interpretada en comunión para ser “usada” por el espectador/usuario.

En ambos casos precisamos de inspiración, transpiración y financiación. Además del artista, es muy importante la presencia del mecenas o sponsor. Él facilita la adquisición de tiempo necesario, el entorno, los instrumentos y las personas para poder crear, orquestar y ejecutar la obra.

Cuando ambas expresiones artísticas llegan al espectador, se exponen para su disfrute y para su monetización. Objetivos lícitos a la par que obvios. Las dos pueden pasar a la historia de las creaciones, cada una en su ámbito, o al más absoluto desprecio dependiendo de la excelencia desde su concepción hasta su ejecución. De ambas, un buen hacer desde el inicio, obtendremos la percepción del espectador y será él, no otro agente, quien lo eleve hasta la categoría de excelente o bien lo retire por irrelevante.

Si nos fijamos en ambos casos, al margen de la idea creativa y el ámbito de la misma, existe un nexo común. Existe un actor relevante que marca la diferencia. Una persona que hace brillar la obra y sus ejecutores. Un personaje que entiende la pieza en toda su magnitud, desde el inicio hasta el final. Visualiza el impacto que puede generar y la trascendencia de la excelencia con la que debe ejecutarse. Alguien que conoce el arte, el sentimiento de los artistas, las reglas pero también mide los tempos, gestiona las expectativas y sobre todo tiene asimilada la cultura del ámbito en el que se mueve la creatividad.

Una persona que ha optado trabajar para que los objetivos, del artista y los del mecenas converjan. Una persona que reconoce el talento y el esfuerzo. Un profesional que aplica un modelo de trabajo que permite la ejecución continuada del proceso, generando relevancia y diferentes remuneraciones, añadiéndole Significado e Influencia.

Trabaja la gestión de las emociones en el proceso y aunando las voluntades del equipo.

Esta persona define su existencia bajo una cultura de mejora continua y simplicidad. Tiene en su experiencia el background del artista y conoce el negocio. Su valor reside en propiciar los entornos para que se desarrolle el artista y que el sponsor pueda percibir los beneficios desde casi el comienzo.

El trabajo de un Director de Orquesta así como el del DevOps es así de maravilloso. Hace brillar al artista y generar beneficios al mecenas.

Desapercibido en la cadena de valor pero coordinándolo para que emerja y fluya de forma continuada, con calidad, con precisión y con espíritu de conjunto.

Así entiendo la labor de un Director de Orquesta y también de un DevOps.

Hacemos que fluya la magia.

 

Foto portada; Rafael Payare, Director de Orquesta.