En tiempos de pandemia y trabajo en remoto quiero compartir mi punto de vista… de la situación actual y de la vida en general.
No soy psicólogo, ni aspiro a serlo, pero me gustaría analizar situaciones que me he encontrado en mi día a día.
Durante ya casi 1 año, me estoy acostumbrando a un cierto aire apesadumbrado a mi alrededor: quejas continuas por todo lo que nos pasa, las restricciones que se nos imponen, el deseo de que todo vuelva a la normalidad y poder hacer todos los planes que tenemos en nuestra cabeza (planes que posiblemente no fuesen a hacerse de todas formas, pero basta que no podamos hacerlo para quererlo aún más).
Al final es inevitable sentirnos mal, ya que, allá donde vayamos y da igual con quién nos juntemos, vamos a hablar del mismo tema y vamos a acabar escuchando quejas. Tampoco me malinterpretes, quejarse es humano.
Pero también es humano querer sentirse bien, ¿no? y buscar constantemente nuestra felicidad o aumentarla. ¿Hacemos todo lo que está en nuestras manos para alcanzar este objetivo?
¿Nos hemos planteado ver el lado bueno de las cosas?
Cuando implantaron el toque de queda a las 12 de la noche… ¡Qué faena! Hay que estar a las 12 en casa. No nos da tiempo a nada.
Cuando implantaron el toque de queda a las 11 de la noche… ¡Qué faena! Hasta las 12 podíamos hacer ciertos planes, pero a las 11 ya es muy restrictivo.
Cuando implantaron el toque de queda a las 10 de la noche… ¡Qué faena! Ya ni siquiera podemos pedir cena con los amigos, al menos antes estando el límite a las 11, sí que nos daba tiempo.
Este mismo ejemplo lo podemos llevar a las restricciones de movilidad: cuando no podías salir de España, cuando no podías salir de tu provincia, cuando no podías salir de tu municipio, cuando no podías de tu zona básica de salud y el límite extremo, el confinamiento estricto en casa.
En todo momento se repite la misma mecánica: nos quejamos de lo que no podemos hacer y lo comparamos con lo que se podía hacer antes, en vez de pararnos a pensar en lo que sí podemos seguir haciendo y disfrutar de ello. No sé decir porqué pasa esto, si por nuestra condición humana, por nuestra sociedad… u otros motivos que sin duda escapan a mi conocimiento.
Si algo he aprendido en este tiempo es que el mundo ha bajado mucho la velocidad, algo que me agrada, porque a veces parece que ese ritmo nos atrapa y nos limita disfrutar de las pequeñas cosas. Y precisamente ésta es otra de las consecuencias de todo el cambio: nos guste o no, nos hemos visto obligados a disfrutar de las pequeñas cosas, ya que a veces “no había otra cosa que hacer”.
Como humano, también me he quejado mucho, pero intento esforzarme en ver lo bueno que aún teníamos: he intentado aprovechar el tiempo que he pasado con mis amigos y he procurado que fuese tiempo de calidad, fuera más extenso o menos; lo mismo con la familia, o incluso con los pocos compañeros de trabajo que he tenido la oportunidad de ver.
Y el tiempo de calidad no tiene que ser necesariamente un plan super chulo.
Tiempo de calidad es tratar de charlar de nuestra vida actual más allá de la Covid (trabajo, familia, inquietudes, etc.), jugar a juegos de mesa o incluso no hacer nada y disfrutar de un día soleado o de la nieve. Os prometo que la nevada de este año es algo que he disfrutado como hacía tiempo que no disfrutaba de las “pequeñas” cosas; y como buen humano, también me quejé del hielo que no se iba y, una vez que se fue, me alegré de volver a esa nueva normalidad en la que solo había Covid.
Jamás diré que me alegro de todo lo que ha pasado, de las incontables pérdidas humanas, pero sí diré que me quedo con lo bueno que ha traído: el teletrabajo ha venido para quedarse y para mí, entre otras ventajas, me ha quitado el estrés de madrugar para enterrarme en el tráfico mañanero. También ha traído, como ya he dicho antes, una reducción del ritmo de la vida, lo que nos ha hecho reflexionar sobre nosotros y sobre nuestro tiempo, siendo éste el bien más preciado que tenemos y que hemos decidido invertir en ese número limitado de personas a las cuales hemos elegido.
Si os concentrais en ver el lado bueno de las cosas, estoy seguro de que encontraréis un motivo para sonreir.
Francisco Javier Álvarez
Front-end Developer