Para el que no la conozca, os presento una de las palabras más poderosas y temidas de este mundo: NO.
El ser humano evita en la medida de lo posible decir NO. ¿Por qué? Pues porque nos cuesta aceptar un NO como respuesta.
Posiblemente uno de los mayores exponentes lo encontramos en Japón. Los japoneses llegan a asumir que no dicen lo que piensan realmente, e incluso aseguran que pueden mentir por mera cortesía. En definitiva, les cuesta un potosí decir NO.
No estamos preparados para las negaciones, somos así de simples de serie. Queremos escuchar solo lo que nos gusta oír y nadie quiere sentirse coartado en su libre albedrío.
Desde pequeños necesitamos que nos marquen límites y recibir un NO por respuesta hace que nos frustremos.
Los niños pequeños son posiblemente los mayores chantajistas del mundo. Son manipuladores. Son crueles. Y además no tienen filtro alguno. Cuando se enfrentan a una negación, a un NO rotundo desatan su ira… pero es así como aprendemos a tolerar el NO por respuesta. Forma parte de nuestro aprendizaje dentro de la sociedad.
Pero del mismo modo que aprendemos a aceptar el NO como respuesta, no se nos enseña a decir NO de un modo productivo.
La clave es ver que, el hecho de saber decir NO, nos permite:
- Por una parte mantener el control.
- Y por otra, ayuda a la gestión de expectativas.
Mantener el control
Debemos ser dueños de nuestros actos y de nuestro tiempo.
Cargarnos la mochila con responsabilidades y sacar tareas adelante a base de sobresfuerzos no es sostenible en el tiempo. Así que hay que decir NO en algunos momentos para no perder el control de nuestras vidas.
Ya os hablé acerca de los beneficios descansar para rendir más y de la necesidad de conciliar vida laboral y personal porque somos personas, más que simples recursos. Así que no voy a extenderme más al respecto.
Gestión de expectativas
La gestión de expectativas es algo muy difícil de manejar, no podemos estar en la mente de los demás ni saber qué espera de nosotros.
Pero nos sorprendería el alto nivel de tolerancia, e incluso la facilidad con la que vemos el lado positivo de escuchar un NO lo antes posible. Porque ese NO permite muchas veces buscar alternativas, y si es con anticipación, tendremos más tiempo para esa búsqueda y no se creará ningún conflicto. Por contra, retrasar un NO, solo puede perjudicar a todas las partes involucradas, ya que ni aportamos solución y además consumimos tiempo que puede resultar vital.
Solo me resta apuntar que esta entrada no es una apología de llevar la contraria, pero sí de los beneficios que aporta decir no para evitar males mayores.
Saber decir no es importante, repite: «¡No, no, no y mil veces no!».
Por supuesto, lo ideal es buscar el equilibrio, así que no os vayáis ahora pensando que hay que decir NO a todo, porque no hay palabra más agradecida que un SÍ.